La fabricación del vidrio en El Recuenco – OLD

Una de las más ilustres vecinas del El Recuenco es Cecilia María José SANCHEZ MORENO

María José SANCHEZ MORENO

Se trata de la principal investigadora de la desaparecida industria del Vidrio en El Recuenco. Su pasión permanente por su pueblo y su creatividad literaria generó una de las principales obras que tiene nuestro pueblo “EL RECUENCO – Historia y leyenda” y “El Recuenco, nombramiento de villa”

El Recuenco, historia y leyenda, un libro de Mª José Sánchez Moreno

María José tiene muchas publicaciones de interés para la provincia de Guadalajara, pero entre ellas destacamos el estudio realizado en 1.997 sobre la fabricación del vidrio en El Recuenco.

Este estudio fue publicado en el número 29 de “CUADERNOS DE ETNOLOGÍA DE GUADALAJARA).

El contenido completo de esta separata os lo podéis descargar aquí, pero a continuación en esta web os mostramos un amplio extracto de dicho estudio en el que se puede observar la amplitud y el trabajo exhaustivo en su desarrollo:

La fabricación del vidrio en El Recuenco: Una industria olvidada

María José Sánchez Moreno

Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Cuadernos de etnología de Guadalajara. 1997, n.29.

 

 

INTRODUCCIÓN:

“El vidrio es una sustancia dura, frágil, transparente por lo común, de brillo espe­cial, insoluble en casi todos los cuerpos conocidos y fusible a elevada temperatura. Su principal componente es la sílice. Como producto de la industria humana se da el nombre de vidrio a los compuestos de sílice, de potasa o de sosa y de cales o de óxido de plomo, solos o mezclados, dando por la fusión una masa amorfa y transparente que no se disuelve ni en el agua ni en ningún ácido cuando el vidrio es de buena calidad, exceptuando el ácido fluhorhídrico. Si a este silicato múltiple de potasio, sodio, cal etc … se le añade plomo, se obtiene el cristal.

Adicionando óxidos metálicos a la pasta y fundidos con ella, se obtienen vidrios de colores permanentes. Los blancos con ácido estánico o arseniato de plomo; blanco lechoso por el fosfato de cal, o incorporando a la pasta huesos, azul de zafiro con óxi­do de cobre; púrpura, violeta y carmín con púrpura de casio, protóxido de cobre y peróxido de magnesio; rojos y pardos con sexquiósido de hierro; verde con óxido de cromo, o con una mezcla de óxido de cobalto, óxido de antimonio y cloruro de plata; el amarillo canario con óxido de uranio, y para obtener otros matices en el color amarillo, con cromato de plomo y combinaciones de plata y mezclas de ácidos antimónico Y óxido de plomo; negros y grises con óxidos de manganeso, de cobalto y de hierro. Como vemos, Ja paleta para dar color al vidrio es tan rica como variada, pero su trans­parencia y limpidez son sus primeras cualidades y para obtenerlas es necesario em­ plear primeras materias extremadamente puras y agregarles la menor cantidad posible de fundentes.

El exceso de potasa se manifiesta en el vidrio por el tinte verdoso; la sosa y sus sales le dan un tinte amarillento; y el exceso de cales le vuelven de aspecto lechoso. Una pequeña cantidad de sulfato de sosa o de potasa, pueden producir tonos verdes, amarillentos, pardos, casi negruzcos. El color verde-botella, corriente, de poca limpi­dez es coloración producida por el óxido de hierro; para evitar ese efecto se emplea el manganeso.

Los vidrios excesivamente alcalinos, se asimilan, aunque lentamente, la humedad del aire, llegando a perder su brillo y lustre. Los vidrios a base de sosa son más fusi­bles y más duros que los compuestos a base de potasa.

Cuando al peróxido de plomo empleado en la fabricación del cristal contiene, como es frecuente, una cantidad de óxido de cobre, el cristal toma un leve y bello tinte de color verde esmeralda.

Se funde el vidrio a temperaturas no inferiores a 1.200 grados centígrados y estan­do en fusión puede disolver metales como el oro, la plata, el cobre y el plomo.

La transparencia, la rigidez a temperatura ordinaria y la elasticidad a temperatura elevada, son propiedades muy interesantes del vidrio. La cualidad plástica permitió dar a los vidrios diversas formas por los procedimientos de la insuflación o soplo y del moldeo, y aplicaciones decorativas de hilos de la misma materia; otras propieda­des se utilizaron para enriquecer las formas de los vidrios y aumentar su belleza por medio de la talla, el grabado y las pinturas en colores fusibles. Con esas técnicas tan variadas pudo y supo elevar el artista vidriero un producto industrial de uso doméstico a categoría de arte suntuoso”.

El vidrio hace muchos siglos que viene prestando servicio. No se sabe el lugar ni la época de este descubrimiento; ya en el Antiguo Testamento se hace mención del vidrio, aunque es más frecuente en el Nuevo Testamento.

Aristófanes también hace mención al vidrio en una de sus comedias al burlarse de Sócrates.

Plinio cuenta una leyenda respecto al lugar donde fue descubierto el vidrio. Dice que: “de un monte de la Fenicia, es fama nacer el río Belo; que entrando en el mar sus arenas, se limpian y modifican con la mordacidad del agua salada, de las cuales, de muchos siglos atrás se ha hecho el vidrio, y cuentan, que habiendo llegado a aquella ribera una nave que iba cargada de salitre, queriendo los marineros guisar de comer en tierra a la orilla del mar, no teniendo piedras con que formar el fogón, sacaron de Ja nave unos pedazos gruesos de salitre, Jos cuales, derritiéndose con el calor del fuego y mezclándose con aquella arena, se convirtieron en arroyos claros y transparentes de un noble y jamás visto licor… y de allí discurriendo con ingeniosa advertencia, de aquella misma arena y de aquel salitre sacaron Ja invención del vidrio”.

“Aunque no se admita que pudiera formarse el vidrio con el calor del citado hogar al aire libre, es cierto que la arena del río Belo gozaba en Ja antigüedad de gran reputación para la obtención del vidrio. El discípulo de Aristóteles, Teofastro, autor de un “Tratado de las piedras, e Historia de las plantas” , hace mención del río Belo y de la fabricación de vidrio por Jos fenicios en sus orillas. Más tarde lo confirman Flavio Josefa y Cayo Cornelio Tácito. Estrabón Jo indica igualmente en su famosa geografía”.

Muchos historiadores de la manufactura del vidrio opinan que fueron Jos egipcios los inventores y primeros fabricantes del vidrio y suponen que los fenicios aprendie­ron de los egipcios la técnica de la vidriería.

En España se han encontrado objetos de vidrio de la Edad Antigua, obtenidos con la técnica de pasta de vidrio y con la del vidrio bufado por medio de las cañas de soplar, descubrimiento éste realizado probablemente en Siria dos siglos antes de Cristo.

El arqueólogo español don Juan Facundo Riaño, que realizó un gran estudio sobre la antigüedad y práctica del vidrio, consignó que hasta los comienzos del último tercio del siglo XIX, era poco menos que desconocida. Y si comenzó entonces a conocerse debido a que South Kensigton Museum de Londres adquirió Ja colección de vidrios españoles más extensos, antiguos y modernos, que existían en Europa en esa época2 .

Finalizado el siglo XIX, los coleccionistas españoles tuvieron marcada preferencia para coleccionar vidrios y así hicieron selección con el estudio de ejemplares, análisis y las indicaciones del lugar de origen.

Tras este preámbulo pasaremos a centrarnos en El Recuenco pueblo de tradición vidriera, que, aunque desconocida incluso para sus propios habitantes, no deja de ser por ello interesante.

Líneas de investigación directas:

La Fabricación del vidrio en la zona del límite entre la provincia de Guadalajara y la de Cuenca es una de las facetas olvidadas de Ja artesanía tradicional. La influencia de los vidrios catalanes y andaluces, podría ser la causa del desconocimiento de las factorías castellanas por parte de los historiadores, motivo por el cual existe u na parca información bibliográfica, siendo imprescindibles las fuentes documentales para la re­ estructuración de la historia de esta industria.

Fuentes bibliográficas:

Eugenio Larruga es la fuente básica de las informaciones que nos ofrecen las esca­sas obras sobre el tema que nos ocupa, remontándose el autor al siglo XVIII, para recoger algunos datos sobre la producción del vidrio en la provincia de Cuenca, citan­ do a El Recuenco. Por tanto, la información que nos ofrecen diversos historiadores, data del siglo XVIII, resultando llamativo que se omita el siglo XVI, dada la relevan­ cia de las factorías del vidrio de El Recuenco en esta época (como consta en el libro “El Recuenco, Historia y Leyenda” ), cuyos hornos produjeron miles de vidrieras para el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, así como alambiques y redomas para el botamen de la farmacia, hecho únicamente recogido por Juana M.” Huélamo en “Jor­nadas de Arqueología de Cataluña” extraído de un artículo de prensa local, escrito por Herrera Casado.

Documentos de archivos:

La búsqueda de nuevos datos para este trabajo ha sido llevada a cabo en el Archivo General de Simancas, Real Archivo de San Lorenzo de El Escorial, Archivo General de Palacio, Archivo Histórico Provincial de Cuenca, Archivo Municipal de Cuenca, y Archivo Histórico Provincial de Guadalajara.

Objetos localizados “in situ”:

Para complementar el estudio nos hemos dirigido a diversos lugares de El Recuen­co, donde aún se pueden apreciar restos de crisoles, pequeños “cuernecitos” y frag­mentos de vidrios de diferentes colores entre las cenizas y residuos de los hornos. Asimismo hemos localizado una galería subterránea cuya terminación parece haber sido tapiada, impidiendo un análisis más concreto de esta “cueva” que bien pudiera haber sido un horno de recocido. Lo que no cabe ninguna duda. es que formó parte de la fábrica.

Una rueda de moler. una pinza y una pila de piedra es lo que queda de los utensi­lios utilizados para la fabricación del vidrio.

Apenas conservan piezas los vecinos del pueblo como consecuencia del desinterés mostrado por estos objetos, originado por la falta de información, que les ha llevado a deshacerse de auténticas joyas que los anticuarios supieron reconocer y llevarse sin ningún esfuerzo, bien por el trueque de plásticos o por lo que quisieran dar, en ocasio­nes hasta regaladas, llegándose a entregar o incluso a tirar cajas enteras de botellas y otros objetos por considerarlos viejos e inservibles.

Entre los objetos que hemos localizado se encuentran: dos crisoles, dos vasos del “Ave María” de color verde, una urna azul, botellas y frascos de tamaños y colores diversos que van desde el ámbar, azules, verdes, color vino tinto, un embudo verdoso, una especie de pisapapeles azul verdoso, una cestilla, una copa, siendo características las burbujas y las formas imperfectas.

Digna de destacar es una botella de color amarillento que posee en su interior los signos de la crucifixión: la cruz, el gallo, los látigos, los dados y la lanza. No cabe duda que es u n trabajo personal, capricho del algún vidriero.

Localización de piezas fuera de la localidad:

Como veremos más adelante, El Recuenco proveyó a la Casa Real y al botamen de la farmacia a lo largo del siglo XVIII.

Sabemos por Alice Wilson Frothingham que también se hicieron piezas de vidrio para el hospital de San Juan Bautista de Toledo (Hospital o Palacio de Tavera), lo que nos ha inducido a ir en su busca.

Gracias a la amabilidad del duque de Segorbe, dueño del palacio, hemos podido introducirnos en la farmacia que aún se conserva, apreciándose entre la cerámica de Talavera, una serie de redomas, frascas, frascos, matraces, retortas, embudos, cuyos colores, imperfecciones, burbujas y estilo, son característicos del vidrio que se fabricó en El Recuenco.

En el Palacio Real de Madrid no se conservan las vasijas de vidrio que El Recuenco suministró para el acarreo del agua y otros usos de la Real Casa, pero no ocurre lo mismo con su farmacia, cuyas estanterías están repletas de piezas de vidrio de la Granja de San Ildefonso y de cerámica de Talavera.

En una de las salas se halla expuesta una colección de piezas de vidrio soplado, predominando el color verde suave y verde intenso, pudiéndose apreciar las típicas “burbujas” en las redomas, matraces, morteros, retortas, frascas y frascos, embudos, y piezas semejantes a las localizadas en Toledo que, como éstas, se hallan sin clasificar por falta de información.

CONCLUSIÓN:

Si las farmacias mencionadas, se proveyeron de vidrios de El Recuenco y las pie­zas que se conservan en ambos lugares, además de poseer las características de los vidrios de El Recuenco, se asemejan, creemos que son datos suficientes para estable­cer su procedencia.

En museos nacionales:

Tras indagar en diferentes museos, hemos localizado diecisiete piezas, cuyas fotografías publicamos en este estudio procedentes de:

  • MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL: 2 piezas
  • INSTITUTO AMATLLER DE ARTE HISPÁNICO: 11 piezas
  • MUSEO DE ARTE DE GERONA: 2 piezas
  • COLECCIÓN ALBERTO MACAYA, Barcelona: 2 piezas

En el Arqueológico Nacional, en el de Artes Decorativas, La Granja de Segovia y otros museos, se encuentran piezas castellanas en espera de su clasificación, siendo probable que algunas sean de El Recuenco.

Además de las ordinarias, El Recuenco produjo piezas artísticas de estilo veneciano que pasaron a formar parte de colecciones particulares.

El no ser un pueblo conocido, ha podido llevar a que sus piezas sean atribuidas a otros lugares.

Y en museos extranjeros:

Los arrieros del vidrio de El Recuenco recorrían la geografía española, llegando incluso a diferentes puertos, hasta Portugal, por lo que muchas piezas viajarían atra­vesando los mares.

Se tiene noticia de una vasija como probable de El Recuenco, de color azul verdo­so, que se conserva en el museo de la Spanic Society de Nueva York, clasificada con el n.º T-367.

Alice Wilson, en su obra nos muestra las fotografías de tres piezas probablemente de El Recuenco:

  • VICTORIA AND ALBERT MUSEUM (Londres)

Se exponen en este museo u n jarrón de vidrio verdoso del siglo XVII (22,5 cm.) y otro jarrón verde veteado con marrón (siglo XVII).

  • COLECCIÓN JERONEME STRAUSS (State College, Pensilvania)

Un jarrón con burbujeante vidrio verde con acrestadas asas, siglo XVIII.

EL RECUENCO CARACTERÍSTICAS GENERALES

Hacia finales del siglo XI los límites del Común de Villa y Tierra de Atienza alcanza­ban hasta Alcantud, quedando en esta demarcación hasta 11173 , en el que el rey Alfonso VIII, con la conquista de Cuenca, recuperó para el reino de Castilla este enclave.

Para entonces se añadió a la tierra de Cuenca y su jurisdicción, en la que permane­ció como aldea, en el Sexmo de la Sierra, hasta el 1O de mayo de 15534 • fecha en la que, Doña Juana y en su nombre el príncipe D. Felipe, le conceden el nombramiento de villa, quedando así hasta 181O que, después de la división territorial, pasó a formar parte de la provincia de Guadalajara, limitando sus términos con Villanueva de Alcorán, Arbeteta, Peralveche, Vindel, Alcantud y El Pozuelo.

Su extensión territorial es de 7.359 Has. Fronterizo con la provincia de Cuenca se halla en el término de la de Guadalajara. 40″, 36’55” N y l ” 20’50” E.

La palabra “recuenco” significa terreno en forma de cuña o rinconada. Se encuen­tra situado en una olla de elevados cerros, siendo el término de gran belleza natural, con cascadas y parajes que invitan a la paz y el sosiego; destacando las sierras de la Bienvenida (1249 m.), en la parte más alta y en el llano se encuentra la ermita que lleva ese nombre en honor a la Virgen de la Bienvenida, el Cagarrio, Morra del Ja, la Rastra, los cerros del Carril y Carrasca, lomas de Reollo y el Marojal.

Además de “recuenquero” a los naturales de este lugar se les llama “sopleros” por su relación con el soplado del vidrio 5 •

Es muy característico de este lugar el apellido “Redomero”, quizá por su relación con el vidrio, ya que redomero se llamaba a las personas que hacían redomas.

Desde el siglo XV aparece este apellido que ha ido conservándose hasta nuestros días. La parca bibliografía sobre esta localidad y la ausencia de documentación en su Ayuntamiento, sin duda han contribuido a que exista u n total desconocimiento de su historia. Parte de ella es su industria vidriera que, junto con la de tejidos, agricultura y

ganadería, fue, el sostén de la economía desde el siglo XV I hasta mediados del XIX. Durante el presente siglo, el medio de vida de sus habitantes se basaba en la gana­dería y agricultura, principalmente mimbre, siendo insuficientes los propios recursos para alcanzar un nivel de vida aceptable, si no van acompañados de la actividad indus­trial; por lo que sus habitantes se vieron obligados a emigrar en los años sesenta hacia las grandes ciudades, pasando de una población de setecientos habitantes a menos de cien, que es su población actual.

FABRICACIÓN DEL VIDRIO EN EL RECUENCO

Materias primas:

La villa de El Recuenco fue un lugar idóneo para la instalación de las fábricas de­bido a sus abundantes bosques de pinos, chaparros, arbustos de mata baja, etc. y a sus yacimientos de arena: el Hoyo, Alto la M anta. Para la combustión se consumían 30 cargas de leña por horno en 24 horas, y por cada arroba de barrilla se necesitaban treinta de arena (datos de un horno de Vindel).

La tierra era rica en arcilla , sosa y potasa pero la barrilla se importaba de La Man­cha Y Murcia por ser de mejor calidad, más rica en sosa y otras hierbas salitrosas, obteniéndose mayor calidad del vidrio. La cantidad necesaria de barrilla por año era de 600 quintales.

Útiles y construcciones:

La fábrica se componía de:

El horno o capilla: seguramente abovedado o circular, con tres piqueras o bocas. Alrededor de un hogar central, “el culerón” , se disponían los seis crisoles por pares. Este se hallaba provisto de una rejilla, y era alimentado con teas o rajas de pino.

El horno se componía de dos plantas (A.M.P. Guadalajara, 3303-V4) la del horno de fundido y la del temple.

Anexas al horno había unas casas que eran:

La botica: lugar donde se hacían las mezclas y fórmulas para la composición del vidrio.

El arenal: Era el sitio donde se hallaba la arena.

El barrillero: Lugar donde estaba la barrilla.

El astillero: Lugar donde se hacinaba la leña.

El envasadero: donde se almacenaba y envasaba las piezas fabricadas.

Los utensilios y herramientas empleados para la fabricación del vidrio eran: Los morteros: en El Recuenco se daba este nombre a los crisoles que eran elabora­ dos por los mismos operarios como si fueran auténticos alfareros a partir de la técnica cerámica más antigua, la de superposición de rollos de arcilla o greda desgrasada, con­ formando así una especie de cubo que luego se vidriaba y cocía en el horno del tem­ple. Todavía se conservan algunos, así como trozos que han sido utilizados en la cons­trucción de paredes de los lugares donde se hallaban las fábricas; los crisoles se repo­nían periódicamente.

Piedra de moler: se trata de una rueda de grandes proporciones que movida por tracción animal, giraba sobre la arena que era transportada, como la leña, hasta el lu­gar, y tras esta primera molienda, se cribaba y tamizaba en cedazos sucesivamente más espesos hasta convertirla en un polvo finísimo de textura semejante a la de la harina. Todavía se conserva una piedra de moler en el patio donde estuvo ubicada la última fábrica.

Caiia: se trata de un tubo de hierro, de 1 cm. de diámetro interior y 2 cms. de exte­rior, con una longitud aproximada de 120 a 180 cms. Con ella se tomaba del crisol una pequeña porción de vidrio fundido y se trabajaba soplándolo y moldeándolo alternati­vamente.

Sillón: es el “banco del vidriero” , provisto de dos brazos de hierro muy salientes, donde gira la caña sin cesar, cargada con la bola incandescente del vidrio, y en donde se sienta el operario. Este con la mano izquierda hace girar la caña hacia adelante y hacia atrás, y viceversa, sobre los brazos.

Pinzas: con las manos que el vidriero adelgaza el cuello de la pieza y lo hiende, y después de nuevamente templada la modela definitivamente sobre la caña. Hasta la llegada al pueblo de las máquinas peladoras de mimbre, fueron utilizadas como “mor­dazas de hierro” en el pelado de las varas.

Tijeras: cuya principal utilidad era la de cortar los extremos de las piezas.

Moldes: de bronce y tijeras de madera con los que se creaban piezas como la gran copa de pie.

También se utilizaban: herretes, muletas, cabos, prepalos, garabatos, baquetas, boltadores, prepalos de atizar, cucharas con largos rabos, mármoles, herretes de tomar peso, herretes de tender vidrieras, palas para tender vidrieras, palillas de echar cola, palos de hundir, aradas, ancas, caldero de apastelar, mazo de picar barrilla, romana, arada de apastelar, arqueta, corredera del culerón, palilla de piedra, punteles.

EL ESTILO

En El Recuenco se sostuvo de una manera uniforme u n rígido criterio selectivo de materias primas y se hizo un vidrio incoloro limpio y transparente. En el siglo XVII empeora la calidad de sus pastas y por influencia de los vidrios andaluces pierde finu­ra, ligereza y transparencia.

El vidrio que producían sus hornos era de color verde azulado oscuro que se aclaraba soplando los productos hasta conseguir una extremada finura que los hacia lige­ ros de peso; en su mayoría las piezas se estiraban y pellizcaban por los bordes, dándo­les forma octogonal; los filamentos del vidrio se hacían más patentes hacia el borde así como en la base; aunque estos filamentos que decoraban a los vasos, jarras, etc. tenían el mismo color verdusco, en ocasiones se les daba otro tinte más azul, con el que aumentaban su belleza.

El “estilo veneciano” de vidrio soplado es patente en algunas piezas clasificadas como propias de El Recuenco.

Otras piezas no eran tan perfectas debido a los diferentes hornos y maestros. Las formas recuerdan a las de Cadalso de los Vidrios pero son más ligeras sin aplicaciones de cordones ni de más apéndices decorativos, sólo en algunos casos las piezas se de­coran con fileteados en los bordes de los recipientes y en las asas.

También se conocen piezas de abundantes burbujas y notoria imperfección. Algu­nas sufren alteraciones por el paso del tiempo con la humedad acumulada en la super­ficie para formar pequeños cristales; esto es conocido como enfermedad del vidrio. Esta descomposición, si no es tratada, progresa y el objeto podría desintegrarse com­pletamente a menos que no esté en una atmósfera extremadamente seca.

En los siglos XVII y XVIII1 1 se fabricaron piezas de vidrio de varias formas siendo características de esta época frascos para el servicio de la botillería, bombonas de di­mensiones extraordinarias de una y hasta de dos cán taras para guardar el agua y los vinos generosos de la Casa Real, frascos para las cajas de fresqueras que se utilizaban en los viajes, frascas y jarrones para el servicio de la mesa, fruteros, ensaladeras, saleros, vinagreras, salvillas para juegos de copas, candiles con pie y candiles para colgar iguales de forma aunque menos lujosos que los catalanes. Además tuvo la espe­cialidad de los vasos de forma acampanada, desde el de cabida de un azumbre, vaso más grande que el de uso, en escala descendente, hasta el de cabida de u n octavo de cuartillo que llamaban media copa.

El colorido va desde el ámbar al blanco incoloro o trasl ucido y blanco ahumado, verdes azulados y botella y color vino tinto. También son de El Recuenco algunos frascos y vasos de vidrio soplado con ligerísimo tono azulado y amarillo.

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El Recuenco no tuvo pretensiones de competir con los vidrios catalanes ni venecianos, ni siquiera con los de Cadalso, ni de realizar piezas de maestría o de lujo, pero es quizá la fabricación que de una manera más uniforme se sostuvo respecto a la buena calidad de las pastas durante varios siglos y la repercusión que tuvieron dos familias (López y Ruiz-Dorado) que se iban sucediendo de padres a hijos con el criterio de la selección de las primeras materias primas, lo cual permitió que se hiciese vidrio inco­loro de absoluta limpidez.

TÉCNICAS:

En cuanto a las técnicas de la fabricación del vidrio, son dos fundamentales: plano y hueco, y dentro de la segunda, dos variedades: moldeado y soplado

Los operarios:

Las fábricas proporcionaron numerosos puestos de trabajo que fueron el comple­mento para la economía. A veces todo el pueblo se veía implicado en las tareas de la fábrica pudiendo alternar con las agrícolas, recibiendo un salario por día trabajado.

En cada fábrica llegaron a trabajar más de 50 personas; al frente estaba el maestro, seguían los oficiales que era personal especializado; aprendices, jornaleros, veladores, parzoneros, tomadores, barrilleros, abridores, angarilleros, jornaleros para cortar la leña y amontonarla, trasladadores y arrieros.

Ubicación de las fábricas.

No se conserva la estructura de las fábricas ya que en su lugar se levantaron casas o quedaron únicamente los solares. Pero todo el pueblo es u n muestrario de lo que allí hubo, por la cantidad de restos de vidrio que hay por cualquier parte.

“El Castillo”.

Desconocemos por qué recibe este nombre un lugar que protege a la plaza del Nor­te; es el final de una lengua de piedra que arranca a los pies de la montaña “El Cuchillejo” , en la “Era Valera” . Se cree que en este lugar pudo haber algún castillo, puesto que los más ancianos recuerdan haber conocido paredes de piedra encima de las rocas. ¿Pudo ser un castro?.

En “El Castillo” no hay duda de que hubo una fábrica en el siglo XVIII, siendo probable que hubiera sido construida anteriormente.

Existen datos para confirmar que dicha fábrica perteneció en 1761 al vidriero Pedro Antonio López Romero; quizá heredada de su padre. La fábrica con sus ofici­ nas media 14 varas de frente y 50 varas de fondo (la vara equivale a 1 metro y 19 centímetros), los vertidos los hacían en el propio Castillo y hacia el lado opuesto a la plaza, donde actualmente se encuentra la carretera y entre la escoria aparecen tro­zos de vidrio de color verde, ámbar, vino tinto, incoloro, verde azulado, así como trozos de crisoles.

Todavía se mantienen en pie casas que. por sus características podían haber perte­necido a los vidrieros.

Barrio del “Ozino”.

Comienza este barrio en la desembocadura del barranco del ” Ozino” (canal antiguo construido para recoger las aguas. Recientemente ha desaparecido al ser canalizadas las aguas interiormente), situado al este del casco urbano; en este barrio, al menos, hubo dos fábricas:

Boca-cuevas

Una en la C/Alta, en el denominado “Corral de la tía Alfonsa” . En este lugar existen trozos de vidrio. Según informantes, hasta hace unos años podían verse “bocas de cuevas” que pudieran ser las cámaras de los hornos, que hoy sirven de cimientos de una casa de nueva edificación.

Otra de las fábricas que hemos situado en el “barrio del Ozino” se hallaba colin­dante a la parte superior del “Altiyo” , que es un montículo fruto de los vertidos residuales de la fábrica, donde aparecen con facilidad pequeños “cuernecitos” que serían recortes de porrones. Explorando esa zona hemos descubierto entre las zarzas u na entrada que da acceso a la galería que conduce a lo que, probablemente sería el horno del recocido. En el siglo XVIII, en “el Ozino” había una casa que servía de barrillero, otra donde estaba la botica -14-, la que servía para envasar y guardar el vidrio y otra donde estaba la fábrica.

La mitad de estas casas y fábrica fue comprada por D. Manuel Ruiz a D.ª Mathea de Heredia, monja justiniana) en el convento de Jesús y María, de Huete.

Otros documentos nos indican que la mitad de las casas del “Ozino” las compró D. Antonio López Romero a Joseph Montesoro; éste a su vez las había comprado a D. Tiburcio Aragón uno de los herederos de Dña. María López.

Con estos datos deducimos que la mitad de las casas compradas por D. Manuel Ruiz formarían parte de un complejo perteneciente a la fábrica correspondiente al “Altiyo” . Es probable que la otra mitad fuera la que compró D. Antonio López. De esta forma, toda la manzana, desde el lugar donde hemos encontrado “la cueva” , con casas y gran­ des corrales para las carretas y caballerías, quedarían dentro de dicho recinto.

A continuación de la calle principal (C/. José Antonio 24) se levantan casonas de los siglos XVII – XVIII que, por sus características (construcción y aleros) podían ha­ ber pertenecido a algún vidriero, uno de sus propietarios la posee por herencia de una familia apellidada “Ruiz” . Esta casa, antes de su remodelación, era significativa por los aleros de su tejado de influencia catalana y mallorquina, donde aparecían dibujos sobre la teja encalada ( raspas de pescado, rostros humanos, ¡copas!).

Otro de los lugares donde podemos confirmar que hubo una fábrica, es frente a la iglesia, a la izquierda del juego de pelota y al pie de la montaña “La Rastra” . Aún se conserva una casona señorial de los siglos XVII – XVIII. Anexa a esta casa hay una parcela “corral” donde se pueden ver restos de vidrio. Sus antiguos propietarios nos informan que en ese lugar había un pozo de agua y una “cueva” . Entre las paredes (para relleno) aparecían “morteros” . Los residuos los dirigían hacia la parte posterior de la casa.

La última de las fábricas que estuvo en funcionamiento estaba ubicada en la calle del Río (frente al río de las cárcamas). Actualmente se encuentra edificada una casa sobre ” una cueva” . Todavía se conserva el rulo de moler y se aprecian restos de vi­drio. Los vertidos los hacían hacia el lado del río. En el lugar llamado “la Calleja” también hay trozos de vidrio que pudieran ser vertidos de esta fábrica.

Tenemos noticias documentales 16 de que anteriormente al año 1.553, hubo un hor­no de vidrio en el término de la villa. Desconocemos si se refieren al término del cas­co urbano o al límite de las tierras.

Por el testimonio de Ángel Herranz, un vecino de noventa años conocedor de todo el paraje, hemos podido averiguar que cerca del límite con El Pozuelo, hay restos de vidrio; que, hace algunos años, al labrar estas tierras no cesaban de aparecer “cuernecitos”. Lo que nos hace confirmar que en esa zona hubo, al menos, un horno. Este lugar se encuentra cerca de la llamada “fuente de la zorra” ; exáctamente se halla situado en medio de “El Coscojar” y las “hombrías de Capachotos” , cerca de un despoblado co­nocido por los ancianos como “El pueblo de Santa Cruz” y “El Castrillejo” . Lugar interesante para su estudio, donde hay restos de una ermita “Santa Cruz” . En este pa­raje hubo yacimientos de hierro.

PRODUCCIÓN

Desde el siglo XVI hasta la mitad del XVIII, las fábricas produjeron grandes can­tidades de vidrio.

Solamente a El Escorial se sirvieron en el siglo XV I más de 10.000 cuadros de vidrio y centenares de alambiques y redomas para la botica.

Los fabricantes de El Recuenco en el siglo XV III llegaron a producir 30.000  do­cenas de piezas que se vendían en Castilla, Extremadura, Portugal, Galicia y Andalu­cía. En el tiempo que se hizo vidrio plano, el consumo de la Corte llegó a subir a 15.000 pesos anuales. El vidrio ordinario que se consumía en Madrid y su tierra y en Talavera y Toledo, era de El Recuenco y Arbeteta.

La carga de vidrio hueco pesaba 16 arrobas. Madrid consumía 1.000 cargas al año.

Red de ventas:

Las piezas se comercializaban a pie de fábrica y mediante la venta ambulante. La venta a pie de fábrica era un medio muy precario para dar salida a estos productos. Para establecer una tienda en Madrid era necesario obtener un privilegio real; a estos efectos existía u n gremio de mercaderes del vidrio, el cual reclamaba para sí estos derechos de venta.

Esta tradición conservada desde el siglo XVI, dio lugar a que en Madrid y en las inmediaciones de las ermitas del Ángel y San Isidro se vendiese todo género de vidrio al detall.

El gremio de mercaderes de vidrio de la Corte de Madrid se gobernaba por reparti­dores y apoderados que él mismo nombraba. No tenía reglamento formal, pero si ha­bía ganado algunos privilegios, por lo cual se les concedió que sólo los del gremio pudiesen vender, al pormenor, las piezas de vidrio que necesitaban los vecinos de Ma­drid, y por ello quedaron prohibidas semejantes ventas a los trajineros y fabricantes. Sólo en tiempos de feria trajineros y fabricantes eran libres para vender.

En 1740, por primera vez, una fábrica de El Recuenco queda asociada al gremio de mercaderes del vidrio. Felipe V, concedió a la villa y a sus vecinos la facultad de po­der tener en Madrid una lonja para que vendiesen al por mayor. Cuando los acarreadores lo llevaban a Madrid se hospedaban en una posada llamada “La Gallega”. Para probar que estos objetos eran auténticos de El Recuenco, llevaban un documento con garantía firmado por el Alcalde ya que los vidrios no podían ser marcados por ser demasiado delicado el material.

Las ventas al pormenor resultaban beneficiosas para el público de Madrid pues un vaso que en tienda costaba seis cuartos, los trajineros lo daban por cuatro.

En 1680 los precios para El Recuenco fueron considerados razonablemente en com­paración con los precios de lo importado de Francia y vidrios en estilo veneciano.

En los últimos años del reinado de Carlos 11, ya finalizado el siglo XVII, una real cédula da a conocer en España los precios que tienen que cobrar los vidrieros por sus piezas.

Las garrafas, orinales.f rascos y demás vidrios dobles de El Recuenco, se vendían conforme a lo que pesaran a razon de 3 reales, menos cuartilla la libra. La pieza de vidrio ordinario de cuartillo de taberna a seis cuartos, y de medio cuartillo a cuatro cuartos. Cada cubilete de salvilla para conserva a 12 maravedíes.

Vidrios de ventana: de cada vidrio de plomo ordinario, con plomo y asentado a un bastidor o ventana, a dos reales y medio.

La venta ambulante la realizaban los propios vecinos del pueblo a los que el dueño fiaba un determinado número de piezas, cuyo producto posterior a la venta era abona­ do al mismo. Algunos utilizaban el trueque, pagando el vidrio en especies, como: carne, cal, tocino, angarillas, etc.

Estos vendedores transportaban sus cargas en “coles” , grandes cestos que ponían sobre sus espaldas o a lomos de caballerías, recorriendo durante meses multitud de pueblos dentro y fuera de la provincia, llevando botellas, garrafas, picheles, frascas, saleros, etc.

Áreas de comercio:

Las áreas de venta fueron extendiéndose paralelamente al crecimiento de la indus­tria, pasando de la provincia y sus alrededores, a toda Castilla, La Mancha, Bilbao, León, Santander, Asturias, Salamanca, Portugal, Galicia así como a la Real Casa y Corte. En 173424 las fábricas de El Recuenco suministraban frascos para el acarreo del agua y vidrieras así como frascas, morteros, matraces, redomas … para el botamen de la Far­macia Real.

Transporte:

Por medio de los animales (machos, burros), cargados sobre las espaldas de los vendedores (como ya hemos dicho) y en carretas.

Estas fábricas sufrieron pérdidas apreciables durante el transporte originadas por el deficiente embalaje que ponía en peligro las piezas, lo que encarecía el género. Por ello en tiempos de Felipe II se estudió la posibilidad de hacer nevegables los ríos Tajo y Jarama para abaratar las piezas 25 .

PUEBLOS LIMÍTROFES CON HORNOS DE VIDRIO

Aunque no tan importantes como los de El Recuenco también hubo hornos de vi­ drio en pueblos cercanos.

Conocíamos su existencia desde finales del siglo XVI, pero podemos confirmar que a mediados de dicho siglo ya hubo hornos en funcionamiento, pudiendo estar en activo mucho antes de esta fecha, puesto que en 1550 los montes ya habían sufrido grandes daños a consecuencia de los hornos.

Arbeteta

La producción de venta de vidrio ordinario se remonta al siglo XVII, aunque de estas fábricas tenemos poca información. Deudonne Lambotte se establece hacia 1680. Es en el siglo XVIII cuando Baltasar Carrillo comercializa sus productos en los mer­cados regionales y en Madrid, proporcionando el sustento a los vecinos de la villa que trabajaron como artesanos o trajineros. Esta fábrica duró hasta finales del siglo XVIII.

Armallones

Al parecer, desde el siglo XVI gozaba de afamada tradición vidriera.

En 1779 D. Manuel Antonio López Aragón estableció u nos hornos a gran escala. Joaquín Ruiz Dorado, vidriero de El Recuenco y el vecino de Madrid, Juan Navajas, podrían ser los dueños de una fábrica que había en el siglo XIX, ya que estos dos hombres en 1803 pidieron permiso para abrir una fábrica en dicho lugar.

 

Vindel

En 1550 ya había un horno en funcionamiento -29- • No se sabe desde cuando estaba otra fábrica que tenía en alquiler, en 175 l D. Antonio Fernández Hermosilla, pagando de renta 1.500 reales de vel lón, que servían para pagar la contribución de la v illa.

En 1782 el dueño de u na fábrica era D. Felipe Andino. J uan Álvarez y Diego López sirvieron a El Escorial.

Villanueva de Alcorón.

D. Juan de Goyeneche , tras su fracaso en Nuevo Baztán se instaló en esta villa en 1722.

Allí fabricó vidrios planos y labrados que, además de abastecer a Madrid , llegaron a hispanoamérica. Tras el fracaso de su fábrica, u n oficial suyo, Ventura Sit, en 1727 se estableció en el Real Sitio de San Ildefonso.

Alcantud

En 1550 ya había un horno.

Pascual Bueno, Bartolomé López y Diego Paje, sirvieron al Monasterio de El Es­ corial31. El flamenco Deudonne Lambotte también se instaló en esta villa.

En 1779, Josef del Amo y Tiburcio Martínez, de El Recuenco, construyen un hor­no. (A. H. P. Gu. Protocolos Caja 3312).

Priego

Diego Duro, Diego Elduro y Juan Duro, sirvieron vidrio al monasterio de El Esco­rial. No conocemos más datos sobre la industria vítrea en este lugar.

 

ACTIVIDAD DE LAS FÁBRICAS EN DISTINTAS ÉPOCAS

SIGLO XVI

Año 1554: fábrica de Juan López y Pedro López.

Resulta llamativa la ausencia de datos de u n siglo trascendental en la industria ví­trea de El Recuenco.

Los primeros documentos que hemos encontrado sobre los hornos de vidrio son de 1553  -37- , fecha en la que había un sólo horno ubicado “dentro del lugar” a cargo de Juan López y Pedro López. Desconocemos la fecha de su instalación, pero podemos preci­sar que tiempos antes de 1553  -38- existió uno situado en el “término de El Recuenco”, lo que nos hace suponer que los orígenes de los hornos podían remontarse a épocas, tal vez, anteriores al siglo XV I.

En 1553, vecinos de El Recuenco manifestaron su oposición a la instalación de hornos, alegando el daño que estaban sufriendo los montes y el malestar que provoca­ ría entre los vecinos su instalación dentro del lugar, matizando que no querían tener hornos de vidrio, pero en caso de ponerlos, admitirían sólo uno cuya instalación se efectuase fuera del lugar. Asimismo se quejaban de los daños que estaban ocasionan­ do a los montes los pueblos vecinos, pidiendo que los hornos de Alcantud se abaste­cieran de leña de su término y no del de El Recuenco, y que se cumpliera la sentencia por la cual Vindel no podía tener más de un horno -39- .

En varias ocasiones elevaron sus protestas vecinos de El Recuenco por el deterioro que estaban sufriendo los montes como consecuencia del aprovechamiento clandesti­no e incontrolado de leña de terrenos forestales propios de la mancomunidad, para los hornos de Vindel y Alcantud.

Ya, en 1550 El Recuenco había mantenido un pleito con vecinos de Vindel a cau­sa de un incendio provocado que se produjo en septiembre de ese mismo año; el fuego partió de dos partes, llegando a arder 300.000 pinos y carrascas que, después, utiliza­ron para combustible de los hornos.

 

 

Los vecinos de El Recuenco pedían que se cumpliera el acuerdo por el cual permi­tían que se cortara la leña del término para los hornos de pan y uso ordinario, pero no para los hornos del vidrio, pues, de seguir así, -exponían-, la ganadería y los montes sufrirían un daño irreparable, ya que se necesitaban cinco o seis mil cargas41 al año por horno; de esta forma se encarecía la leña y llegaría a costar 34 maravedíes la car­ga, cuando su precio era de 6 maravedíes.

No sabemos qué pudo producirse para que, tiempo después, se convirtiera El Re­cuenco en foco de atracción vidriera y sus vecinos cambiaran de actitud.

Tal vez estaban cansados de las reiteradas protestas que resultaban en vano, y viendo que Vindel y Alcantud seguían aprovechándose de los montes, sin recibir ellos recom­pensa alguna, optaron por la implantación de sus propias factorías, que treinta años después se verían potenciadas al ser contratadas para la fabricación de vidrieras, alam­biques y redomas para el monasterio de El Escorial, siendo el principal artífice el veneciano Guillermo Carrara, juntamente con su hijo Francisco -42-

Es razonable pensar que, además del horno u hornos que hubiera hacia 1580, y ante la demanda de trabajo para el monasterio, algunos operarios de los hornos de El Recuenco, conocedores del oficio, instalarían los suyos propios para sumarse a otros de nueva creación a cargo de maestros procedentes de otros lugares, que bien pudieran ser, además de los Carrara, Martín de Murcia, Martín Prieto, Andrés de Graos, Pedro Martín; mientras Julián López, Diego de Mingo, Pedro Moreno, fueron vecinos del lugar a juzgar por los apellidos del censo de población de 1553.

VIDRIOS SERVIDOS AL MONASTERIO DE EL ESCORIAL

Varios vidrieros con horno propio mandaron grandes cantidades de vidrio para las ventanas del monasterio de El Escorial, así como alambiques y redomas para la botica.

Durante doce años ininterrumpidos, los hornos estuvieron fabricando piezas para El Escorial; finalizada su actividad algunos maestros se marcharían a otros lugares, traspasando sus hornos a otros vidrieros, pues es significativo, cómo un año después, (1595) existe la misma cantidad de hornos, aunque con distintos propietarios; de to­ dos los que trabajaron para El Escorial, quedaron Julián López y Diego de Mingo, incorporándose Juan López que también serviría al Escorial veinticinco años después. 1595 fue sin duda el año del despliegue de la arriería del vidrio. Hasta entonces, habían tenido u n punto en concreto donde dirigir sus productos; a partir de ese mo­mento tendrían que abrir nuevos mercados para dar salida a las vidrieras y vidrios or­dinarios que fabricaban.

Durante el transcurso de 1595 los vecinos vendieron cantidades de vidrio nada desdeñables. La diferencia cuantiosa de algunos comparativamente con los demás vendedores, nos ha servido para establecer quiénes eran los propietarios de las fábricas, así como la cantidad de vendedores que existían, siendo unas ochenta las personas que se dedi­caban a la venta en un a población de 118 vecinos.

SIGLO XVII

Es parca la información que tenemos del siglo XVII, pero podemos apreciar el descenso espectacular que sufrieron los hornos, ya que, de la gran cantidad que había en funcio­namiento en el siglo XVI, en 1721 sólo quedaban tres, según nos informa Larruga.

Esta percepción hace reafirmarnos en las conclusiones, anteriormente expuestas, de que fue, sin duda, la construcción del monasterio de El Escorial la causa principal de la potenciación de fabricación de vidrio en El Recuenco, a través de la instalación de numerosos hornos, que poco a poco irían cerrando, una vez finalizada la produc­ción para el Monasterio.

Esta actividad quedaría arraigada dejando especialistas que transmitieron sus téc­nicas, consolidando así una tradición que duró más de trescientos años.

Del siglo XVII conocemos, en 1608, al vidriero Juan Asensio, casado con Juana Lacova, juzgada por la Inquisición, acusada de brujería

También son de este siglo, 1618, Diego Martínez y Juan López, así como Deudonne Lambote que se estableció en esta zona a mediados de siglo.

Deudone Lambotte era hijo de Barbe de Tier y del maestro vidriero Thiry Lambotte, quien tenía una fábrica de vidrios cristalinos en Namur (Flandes).

Después de morir su padre llegó a España en 1679 para instalar su industria. Tras una serie de concesiones por parte de la Corona, trajo de Flandes a su familia y a veinticinco oficiales, instalándose en San Martín de Valdeiglesias.

Deudone Lambotte conoció una zona atractiva para su empresa y, asi, instaló sus hornos en Arbeteta, El Recuenco y Alcantud. Probablemente aglutinó la fábrica de Juan Ruiz de El Recuenco.

El 8 de octubre de 1683, muere Deudone sin dejar su fórmula secreta del vidrio “cristalino”. En el lecho de muerte comunica que su esposa Isabel Drisman la conocía y se encargaría de darla.

En 1684 la fábrica de El Recuenco queda bajo el control del principal oficial de Deudone, que había venido con él de Flandes; se trata del italiano Giaccomo Bertoletti (Santiago Bartholito) de 36 años de edad.

En esta época el aprovisionamiento de algunos materiales se realizaba en los tér­minos de las mencionadas localidades, como la leña y la arena, pero el salitre tenían que buscarlo fuera; al principio se recurrió al reino de Aragón, pero ante la baja calidad se optó por importarlo de Tembleque a 21 leguas de El Recuenco consiguiendo un vidrio más refinado “cristalino”.

El 23 de febrero de 1685 Bartholito solicitó se le permitiera abrir en El Recuenco, Arbeteta y Alcantud una fábrica de vidrios “cristalinos”, informando que las otras es­taban muy viejas, comprometiéndose a realizar las pruebas que exigían. La primera se realizó con un salitre que contenía impurezas dando lugar a la pérdida de la mezcla.

En la segunda prueba el salitre fue limpiado cuidadosamente, pero una vez tratada la masa, elaboradas y templadas las piezas, se observó que el color proyectado se ha­bía visto afectado por los restos contenidos en el viejo mortero (crisol) donde se coció.

Parece ser que esto fue intencionado por parte de los artífices locales.

El Corregidor de Cuenca. D. Carlos Ramírez Orellana fue el encargado de las ges­tiones.

Por fin, se llegó a la conclusión de que era necesaria una fábrica en El Recuenco que tenía que contar con un horno y, al menos, cinco crisoles de uso rotativo (uno por día).

SIGLO XVIII

Año 1722: 4 fábricas.

Además de las tres fábricas que había, en esta fecha, construyó otra D. Fernando López Aragón, que más tarde Ja vendería a D. Diego Dorado.

Es a D. Fernando López Aragón a quien se debe, en 1722 la reforma de una avanzada organización de Ja industria al instalar bajo sus expensas una manufactura que mantuvo una amplia red comercial de sus productos. En 1734 D. Fernando López vende la fábrica a D. Diego Dorado.

Año 1739: 3 fábricas.

Una fábrica era propiedad de D. Luis Virero Coronel, otra de Dña. María López, viuda de Joseph de Aragón y otra de D. Diego Dorado. En este año se paró la fábrica propiedad de D. León López Aragón (Cincuenta años más tarde, un vidriero con estos apellidos monta su industria en Armallones, se trata de D. Manuel Antonio López Aragón).

D. Diego Dorado, en esta época, amplió la producción mediante la aplicación de una nueva tecnología. La noticia de la buena calidad de las pastas llegó a palacio y recibió el encargo de proveer a la Casa Real y al Botámen de la Real Farmacia,  sir­viendo vasos matraces, morteros, etc. El vidrio adquirió tal fama que toda la Corte, en sumisa imitación se apresuró para adquirir platos de confitura, jarras, vasos, vasijas para transportar agua, etc.

D. Diego Dorado estaba bien informado de la política de Felipe V de Estado de Protección de Industrias siguiendo los principios del economista francés Celbert. Mo­vido por su inquietud comercial quiso extender el radio de sus ventas para lo cual so­ licitó los siguientes privilegios:

  • Libertad de derechos y alcabalas y cientos en las primeras ventas, así en El Re­cuenco como en el resto del Reino, etc.
  • Que para obviar fraudes siendo géneros tan delicados que no pueden marcarse, pedía que los conductores del género llevasen testimonio firmado del alcalde ordina­rio y fiel de fechas de dicha villa de El Recuenco.
  • Poder conducir de los parajes que más le conviniese para el surtimiento de la fábrica 600 quintales de barrilla que eran necesarios cada año, libres de todo derecho de aduanas, alcabalas, cientos, portazgo, y otros cualesquiera impuestos que se impusieren.
  • Que el interesado, maestro, oficiales y aprendices de la fábrica y los que despa­chasen el género en la Corte y demás pueblos, fuesen exentos y libres de todas las cargas concejiles, quintos y reclutas de soldados, alojamientos y bagajes. Pidió permi­so para cortar una ilimitada cantidad de madera de pino y roble y no se les pusiere impedimento alguno, y lo mismo en los parajes donde sacar la arena más conveniente para la perfección del vidrio, cuya excelente calidad conocía la familia real, por ser está fábrica la que surtía los frascos para el acarreo del agua para S.M. y los vasos y demás instrumentos para su real botica. También D. Diego Dorado pedía autorización para poner en la fábrica escudos de armas reales, y tener en ellas las armas ofensivas y defensivas y llevarlas por los caminos para defensa de sus personas y haciendas, como son fusiles, escopetas, carabinas, trabucos, pistolas de arzón y de cinta blancas, de medida regular. Ninguna de estas gracias fue concedida pues se decretó: No ha lugar. En el año 1736 volvió a suplicar que se le concediese alguna franquicia, y por Real Cédula de 24 de enero de 1739, se eximieron a los empleados de quintas y levas. Poco después, el rey Felipe V, concede a la villa de El Recuenco y a sus vecinos la facultad de poder tener en Madrid una lonja para vender el vidrio. Continuaba la Cava u ofici­na de la Casa Real abasteciéndose de piezas de cristal de El Recuenco. Iguales dere­chos fueron concedidos a otras dos fábricas todavía en operación; estos privilegios fueron continuados durante diez años .

Año 1746: 3 fábricas

Sus dueños eran D. Diego Dorado, Dña. Juana de Heredia y Dña. María López de Aragón.

Las fábricas estaban en buen estado, con 162 personas 59 la calidad del vidrio se mejoró bastante. En cada fábrica trabajaban abridores, parzoneros, aprendices, toma­ dor, veladores, barrileros, henenadores, engarilleros y jornaleros ocupados de rajar la leña y amontonarla.

Año 1751: 3 fábricas.

Una de D. Diego Dorado, otra de Dña. Juana de Heredia y Dña. M aría López Aragón, viudas, que las tenían arrendadas a D. Antonio López Romero.

La producción de estas últimas fábricas se limitaba a la fabricación de vidrios pla­nos y piezas de uso doméstico.

Año 1752: 4 fábricas.

Sus dueños eran: D. Tiburcio Aragón, D. Manuel Ruiz Virero, D. Diego Dorado y D. Antonio López.

Los vidrieros eran personas hacendadas, además de las fábricas poseían casas, tie­rras, ganado, carretas, y tenían varias criadas.

D. Tiburcio Aragón , disminuyó su hacienda al vender varias tierras y una casa en el barrio del “Ozino” y el “Regacho” a Joseph Montesoro, que éste, a su vez, vendió a D. Pedro Antonio López Romero. D. Tiburcio fue uno de los herederos de Dña. María López. Los beneficios declarados de esta fábrica eran de 800 reales que junto a los de los demás vidrieros, servían para pagar al médico y cirujano.

Fábrica de D. Manuel Ruiz Vírero. Por medio de 6 machos y criados, D. Manuel Ruiz conducía vidrio a Madrid, 20 viajes, 88 reales.

Fábrica de D. Pedro Antonio López Ruiz y López.

Con tres machos conducía vidrio a Madrid haciendo 24 viajes y gastando 144 reales. Cada uno de los dueños de las fábricas tenía un macho para moler la barrilla y conducir barro y agua para las fábricas, ocupándose 140 días en moler la barrilla, cada uno, a 4 reales y para conducir agua 200 días.

Para sacar el vidrio de las fábricas, Francisco Moreno y Manuel de la Cuesta, maestros de angarillas, trabajaban 200 días con un macho, percibiendo 6 reales día. Además de estas personas trabajaban jornaleros encargados de rajar y llevar la leña, aguadores, criadas, angarilleros, etc.

Los arrieros eran los encargados de distribuir el género; por medio de sus animales recorrían pueblos vendiendo las piezas de vidrio, aprovechando los viajes para traer salazones, ropas, etc.

Año 1761: Cuatro fábricas.

Una de D. Pedro Antonio López Romero, dos fábricas pertenecientes a D. Manuel Ruiz Virero. Una fábrica de Joseph Montesoro.

Fábrica de D. Pedro Antonio López Romero.

D. Pedro Antonio, labrador, y dueño de una fábrica arrendada a Juan Villegas, ve­cino de Madrid, fue heredero de Dña. Maria López a excepción de una casa en “El Castillo” que la tenía el presbítero D. Francisco Javier Ruiz. D. Pedro Antonio López, de treinta y nueve años de edad estaba casado con Dña. Ángela Romero, tenía dos hijos: Teresa y Antonio.

Compró la mitad de las casas del barrio del “Ozino” a Joseph Montesoro.

D. Pedro Antonio tenía una casa en “El Castillo” donde estaba ubicada la fábrica de vidrio con todas las oficinas. Medía la fábrica 14 varas de frente y 50 de fondo.

Esta fábrica comenzó a decaer por lo que la arrendó a Juan García Villegas por 2.700 reales anuales. Villegas tenía en Madrid un almacén de vidrio; para atenderlo se llevó a Juan López, sastre de El Recuenco.

Fábrica de D. Joseph Montesoro.

Montesoro tenía 22 años de edad, casado con Dña. Rosa López, de 38. Fue otro de los herederos de Dña. María López, su abuela.

Compró casa y tierras de D. Tiburcio Aragón, ya que en esta fecha, D. Tiburcio había fallecido y su mujer se había trasladado a Vindel. Después las venderla a D. Pedro Antonio López Romero.

Montesoro arrendó la fábrica a Juan García Villegas y a Francisco López Asensio por 1.500 reales anuales.

Francisco López Asensio y Juan García Villegas tenían cuatro machos para condu­cir vidrio a la Corte por medio de su criado y dos machos para moler la barrilla en 180 días, empleando 8 reales por día. Otro criado molía la barrilla, ganando 2 reales por día trabajado, que eran 120 los días que trabajaba al año.

Dos fábricas de D. Manuel Ruiz Virero.

Además de su fábrica era dueño de otra que había pertenecido a D. Diego Dorado, ya que al morir éste dejó todos sus bienes, casas, fábrica y tierras, a su hija Dña. Juliana Antonia Dorado casada con D. Manuel Ruiz.

D. Manuel Ruiz tenía cuarenta y cuatro años de edad, y seis hijos: Joaquín70 , Joseph, Diego, Julián, Ana y M.ª Teresa.

Compró a Dña. Mathea de Heredia, monja en el convento de Jesús y María, de Huete, las casas del ” Ozino”, que servían una de embasadero, otra de barrillero, y otra donde estaba la fábrica arrendada a Alfonso de Guzmán.

También compró a Julián Jiménez una casa en el barrio del Moreno que servía de astillero para la leña.

También poseía una gran hacienda, un molino y u na tienda en Madrid,’ en la C/. Del Lobo.

Las fábricas disminuyeron su producción y horas de trabajo debido a la baja cali­dad de la barrilla y arenas que se necesitaban para la elaboración del vidrio asi como al coste elevado de las herramientas: 71 cañas, punteles, prepalos, mármoles, hierros de abrir, palas, tijeras, muletas, cucharas, horquillas, moldes de bronce y madera, morte­ros, etc.

Año 1767: dos fábricas.

D. Pedro Antonio López Romero y D. Manuel Ruiz Virero.

En tan sólo cinco años se habían cerrado dos fábricas.

El comercio de los vidrios extranjeros con España era incesante, especialmente por los puertos de Galicia, Santander y Bilbao. Vidrios de Francia, Flandes, Bohemia, en­ traban en grandes cantidades. Solamente Galicia importó en cinco años cuarenta y dos mil docenas de vidrios huecos, 8.000 docenas de cristalinos, 4.000 botes de vidrio y más de 1.000 lámparas.

Del puerto de Santander salían hacia América un millón de botellas de licores y cerveza.

Los fabricantes de El Recuenco llevaban botellas de vidrio blanco a Santander para ser envasadas. La conducción a lomos y la distancia, “más de 70 leguas” encarecían el género, no pudiendo competir con los extranjeros que mandaban sus botellas de Bristol y Bayona.

Esto unido a la baja calidad de la barrilla 75 y el auge que estaba experimentando la Real Fábrica de La Granja, hacía cada vez más difícil el sostenimiento de las fábricas. Además de asistir a la Real Cava, la Real Fábrica tenía tal privilegio exclusivo en Madrid y 20 leguas de su entorno “para que no se puedan vender en estos parajes, incluidos los sitios reales, otros cristales que los de dicha fábrica, y los que se intro­duzcan de otras partes se denuncien y den por decomiso como géneros prohibidos de ilícito comercio”.

Este privilegio quedó vigente hasta 1791, que se permitió la venta de los cristales que se laboraran en otros sitios de España.

D. Antonio López Romero y D. Manuel Ruiz Virero, viendo el caos que les llega­ba, expusieron sus quejas e inquietudes al Rey.

 

Año 1778:

Fábricas de D. Pedro Antonio López Romero y D. Joseph Ruiz y Dorado.

Año 1787:

D. Pedro Antonio López Romero

D. Diego y D. Joaquín Ruiz y Dorado

Los hermanos D. Diego y D. Joaquín Ruiz y Dorado, hijos del difunto D. Manuel Ruiz Virero y nietos de D. Diego Dorado, mantenían la fábrica mejorando la que here­daron de su abuelo. Se notó el aumento de las ventas y sus géneros se trabajaban con esmero. Eran veinte los operarios que trabajaban diariamente con un salario, además se empleaban otros tantos en la conducción de la leña, arena y demás materiales para su surtido y consumo; siendo indispensables para cada u na de las fábricas 54 perso­nas: maestros, oficiales, aprendices, veladores, enlazadores, moledores, limpiadores, cortadores, conductores y rajadores de leña, sacadores y veladores de vidrio, arrieros para conducir a la Corte vidrieras, frascos y otras piezas, así como u n mayordomo para cada fábrica para despacho y venta del vidrio.

La calidad de los géneros que se hacían en esta fábrica, no obstante de haber otra de la misma especie, sujetaba a la otra que allí había, por ello lograron asentar los frascos de la Real Cava, ascendiendo el importe de los géneros que se trabajaba en vidrieras y demás para el consumo de la Corte a más de 15.000 pesos anuales.

El vidrio que se labraba sufragaba el abastecimiento de la Corte y parte de Castilla por ser el de mejor calidad.

Algunas de las peticiones a Felipe V, fueron concedidas por Carlos III cuya políti­ca era facilitar la financiación de las fábricas por ofertas del Estado.

D. Diego y D. Joaquín Ruiz y Dorado, animados por las gracias que se les concede por parte de la Corona, por Real Cédula de 10 de junio de 1788 pensaron establecer en la misma villa una fábrica de vidrios finos, entrefinos y planos; como esto no podía llevarse a cabo por falta de operarios nacionales, determinaron traer de Alemania to­dos los necesarios para la construcción, fundición y elaboración de crisoles, con mu­ chas herramientas y máquinas, ocupándose en la construcción de hornos, crisoles y examen de las tierras correspondientes.

Construidos los primeros crisoles, se hicieron en presencia de los diputados, justi­cia y personero del Común de El Recuenco, vasos, vinajeras, copas, saleros y otras piezas diferentes, cuyas muestras fueron presentadas al Rey. La perfección y buena calidad de ellas, manifestaba la utilidad que podía dar al Estado esta fábrica, mayor­ mente por el terreno de la villa, muy propicio para ello, y los operarios más hábiles que habían traido.

Les faltaba dinero a los hermanos que habían consumido su patrimonio en fomentar y conservar la fábrica de vidrio ordinario y en poner en el estado en que se hallaba la de fino y entrefino en la cual llevaban gastados 200.000 reales de vellón, asignados sobre el fondo de Espolios y Vacantes, con calidad de reintegrarlos en veinte años, bien fuese por descuentos de lo que debían de la Casa Real por el consumo de frascos, o pagando 10.000 reales anuales, entregándolos en la Tesorería Real desde el comien­zo de 1790. La junta de comercio, para evitar la ruina que amenazaba a los dueños de la fábrica, informó favorablemente; el Rey se conformó con el dictamen y en el año 1790 expidió Real Cédula correspondiente.

Después de seis meses los hermanos pidieron al Rey Carlos los mismos privilegios dados a otras factorías. Esperaron el anticipo de los 200.000 reales 82 que S. M. les había asignado y al no llegarles se vieron obligados a despedir a los alemanes que tantos gastos habían ocasionado para perfeccionar la industria del vidrio, con la obli­gación de los maestros extranjeros de, cada seis años, dar por enseñados en el oficio a seis jóvenes naturales de El Recuenco. Estuvieron los alemanes más de seis meses.

Sus dueños se hallaban preocupados y con gran dolor de ver suspendidos los pro­gresos de sus fábricas, después de haber luchado tanto. Hicieron lo imposible por salir adelante después de haber consumido su patrimonio en este proyecto, llegando a po­ner en venta una casa que poseían en Madrid y la rifa de una fábrica de curtidos de su pertenencia.

Por entonces había alcanzado su desarrollo la fábrica de cristales de San Ildefonso de la Granja. Esto, unido a la falta de ayuda por parte de Hacienda, al paulatino empo­brecimiento de los bosques y a las condiciones defectuosas del suministro de leña ver­de y húmeda, así como a las importaciones fraudulentas, recursos que emplearon los industriales extranjeros, amparados en su mayor fortaleza económica, contribuyeron a que esta industria fuera decayendo, por lo que algunos vecinos se vieron obligados a abandonar el pueblo.

En 1787 quedaba una fábrica, funcionando seis meses al año.

Ante esta alarmante situación, varios particulares del pueblo, representados por Francisco del Amo, construyeron extramuros un nuevo horno de vidrio ordinario llamado “el hornillo”.

En 1791, viendo que las fábricas iban en declive los vidrieros D. Antonio López Romero, de El Recuenco, y Felipe Andino Virero, de Vindel, instalan una nueva in­dustria con la construcción de un horno de hierro en “la boca de la Atalaya”, trayen­dose dos expertos de Mondragón.

En 1804, fábrica “El hornillo” y otra de D. Manuel López Romero.

En 1810, Joaquín Ruiz Dorado, junto a Juan Navajas, vecino de Madrid, solicitan la apertura de una fábrica en Armallones.

En 1815 “El hornillo” se hallaba destruida y arruinada. Marcelo y Santiago del Amo deciden restaurarla y ponerla en funcionamiento, invirtiendo 31.712 reales.

En 1828 seguían en activo dos fábricas, sujetándose a duras penas. De una de ellas, “El hornilo”, eran socios Marta del Amo y Santiago del Amo.

Tras una transacción, la parte de Marta pasó a Santiago, con el compromiso de pa­ garle en géneros de vidrio y si, por cualquier causa, la fábrica fuera a menos, le entre­garía las tierras que había ofrecido como aval por valor de 4.600 reales, cantidad esti­pulada por la transacción.

Por este documento sabemos el mal momento que atravesaban las fábricas, ya que Santiago del Amo no pudiendo pagar en vidrio, se vio obligado a entregar sus tierras. En 1866 había en funcionamiento una fábrica.

Es elocuente la repercusión que tendría la decadencia de las fábricas en la econo­mía de unas gentes que, durante siglos, habían vivido del vidrio.

Algunas familias, al ver mermados sus ingresos y con pocas perspectivas de futu­ro, se verían obligadas a trasladarse a otros lugares donde pudieran ejecutar el oficio aprendido de sus antecesores, siendo probable que gran parte se dirigiera a Cadalso de los Vidrios (según información verbal).

Después de un periodo de inactividad, hacia el año 1896 se establece la última fá­brica bajo la dirección de Santos Martínez, natural de El Recuenco, que a mediados del siglo XIX se marchó a Zaragoza para aprender el oficio de vidriero. De allí se dirigió a La Coruña para trabajar en una fábrica y a su vuelta a El Recuenco instaló su industria junto a Nomberto Martínez, su hijo.

Las piezas que se fabricaron en esta época eran porrones, tinteros, trompetas y cla­rinetes azul cielo que se tocaban en Semana Santa, vasos del “Ave M aría” , así llama­ dos por la leyenda que figuraba en unos vasos de petaca de color verde, jarrones, bote­llas, saleros, floreros, jarras, jarrillas, azucareros, salvillas, cestillas, goznes de puer­ tas, copas ovaladas, jicarillos, frascas para la miel, pezoneras, mamaderas, figuritas de conejos, aves, ratones, flores, etc…

El color desde el ambar al blanco incoloro traslúcido y blanco ahumado, verde azulado, verde botella y color vino tinto.

Esta fábrica sólo duró unos años.

A causa de la segunda guerra mundial no pudieron abastecerse del fundente proce­dente del extranjero, por lo que se cerró definitivamente en 1915, después de haber intentado aprovechar el fundente comprendido en los vidrios residuales 89 .

Es así como desapareció una industria, hoy desconocida y olvidada, que deterioró los montes a cambio de proporcionar trabajo a muchas generaciones, permitiéndoles un poder adquisitivo superior al de los pueblos de su entorno.

Al comienzo comentábamos el gran desconocimiento que existe entre los propios vecinos con respecto al tema que hemos tratado. Cualquier alusión relacionada con el vidrio, siempre la dirigen a la última fábrica que es el único punto de referencia que conocen. Ciento cincuenta años han sido capaces de borrar las huellas que dejaron las fábricas en las mentes de generaciones pasadas. El olvido pudo con los López y los Ruiz y Dorado, que fueron los que sujetaron la industria generación tras generación.

Cualquiera de los que hemos nacido en El Recuenco podemos ser descendientes de estas familias, nadie lo sabemos.

Sólo ha quedado en el recuerdo un relato que los mayores siguen contando: “Antiguamente El Recuenco era la envidia de todos los pueblos. Muchos le llama­ban “Madrídejos de la Sierra” por su similitud en el modo de vida con Madrid. La gente vestía y vivía como en la capital” ….

Me costaba trabajo comprenderlo. Nunca lo entendí. Después de este estudio, puedo entenderlo.

Mª José Sanchez Moreno